Desde el inicio de las colonizaciones, la vida de los pueblos indígenas no ha sido nada fácil. La expropiación de sus tierras y recursos, la opresión y la discriminación les condenó a un empobrecimiento extremo que, a día de hoy, alcanza su punto más crítico. Ante esta situación, los países desarrollados optan por excluirlos en lugar de favorecer su integración a todos los niveles. Esto desemboca en un deterioro existencial que les conduce a un mayor empobrecimiento que puede provocar su desaparición en un futuro no muy lejano.
Las condiciones de vida de los indígenas se caracterizan por la carencia de los elementos necesarios para tener un desarrollo básico adecuado. Más del 50% de los adultos de más de 35 años de edad padecen enfermedades como la diabetes de tipo 2, llegando a poner en peligro la existencia de la comunidad por la aparición de epidemias. Por su parte, la desnutrición ocasionada por la disminución de sus fuentes tradicionales de alimentos también les afecta en un alto porcentaje. Estos hechos, sumados a los inadecuados sistemas de salud de que disponen, han provocado que tengan una esperanza de vida 20 años menor que la de los demás pueblos.
La imposición de las culturas colonizadoras, capitaneadas y llevadas a cabo por las autoridades imperantes, están poniendo en peligro a las distintas culturas indígenas (se calculan unas 5000 en todo el mundo). Estas corren el riesgo de desaparecer si los marcos normativos de los Estados en los que viven no se modifican con el propósito de igualarlas a las demás existentes, puesto que estas son consideradas inferiores e intrascendentes. Los mismo sucede con los idiomas reinantes en estas comunidades. La mayoría pueden desaparecer durante los próximos 100 años de no destinar los fondos necesarios para llevar a cabo políticas de conservación y revitalización que les permita, no solo reconocer su existencia, sino también incentivar su uso para que pasen de generación en generación.
Es de vital importancia que los pueblos indígenas gocen de las mismas oportunidades de acceso a la educación que la población restante. En la actualidad, son numerosos los obstáculos que impiden el cumplimiento de este derecho como la discriminación o la violencia a la que se ven sometidos los niños. Además, los sistemas educativos imperantes deben respetar la cultura indígena del mismo modo que sucede con todas las demás. Solo así se podrá evitar la pérdida de identidad con sus antepasados que sitúe al niño en tierra de nadie y, sobre todo, solo así se logrará formar a una persona libre, tolerante y comprometida con su entorno. Este último aspecto es determinante puesto que, debido a la ausencia de una educación adecuada, los índices de violencia y racismo se están incrementando en los pueblos indígenas.
Un hecho importante que ha conducido a estos pueblos a la actual situación de empobrecimiento extremo radica en la ausencia de reconocimiento de derecho del pueblo indígena a la tierra. Si bien es cierto que algunos países lo reconocen en su legislación, en la práctica no suele llevarse a cabo. En la mayoría de las ocasiones, las tierras son arrendadas para su explotación sin consultar a los pueblos indígenas. Esto ha provocado que, en muchos casos, y como consecuencia de la explotación intensiva de estas tierras, se destruyan los ecosistemas que antes eran autosostenibles, con la obligada emigración de la población indígena en otro lugar.
Los pueblos indígenas, expulsados de sus tierras, maltratados y discriminados por sus colonizadores, siguen viviendo una situación de exclusión y desamparo que les podría conducir a su desaparición en pocos años. Las autoridades deberían concienciarse y crear políticas que integren y concilien para que diferencias en la forma de entender la vida no conlleven al exterminio de una cultura tan ancestral como la indígena.
Javier Perellón Sabiote
