lunes, 17 de enero de 2011

Dodecálogo de deberes del periodista

  
Son varios los supuestos de los que ha de partir el periodista para el buen ejercicio de la profesión y creo que quizá pudiéramos decirlos en una docena de mandamientos.
El periodista debe:
I. Decir lo que acontece, no lo que quisiera que aconteciese o lo que imagina que aconteció.
II. Decir la verdad anteponiéndola a cualquier otra consideración y recordando siempre que la mentira no es noticia y, aunque por tal fuere tomada, no es rentable.
III. Ser tan objetivo como un espejo plano; la manipulación y aun la mera visión especular y deliberadamente monstruosa de la imagen o la idea expresada con la palabra cabe no más que a la literatura y jamás al periodismo. (Advierto que uso el primer adjetivo en la acepción, para mí todavía viva, que la Academia se apresuró -y pienso que también se precipitó- a considerar anticuada).
IV. Callar antes que deformar; el periodismo no es ni el carnaval, ni la cámara de los horrores, ni el museo de figuras de cera.
V. Ser independiente en su criterio y no entrar en el juego político inmediato.
VI. Aspirar al entendimiento intelectual y no al presentimiento visceral de los sucesos y las situaciones.
VII. Funcionar acorde con su empresa -quiere decirse con la línea editorial- ya que un diario ha de ser una unidad de conducta y de expresión y no una suma de parcialidades; en el supuesto de que la coincidencia de criterios fuera insalvable, ha de buscar trabajo en otro lugar ya que ni la traición (a sí mismo, fingiendo, o a la empresa, mintiendo), ni la conspiración, ni la sublevación, ni el golpe de estado son armas admisibles. En cualquier caso, recuérdese que para exponer toda la baraja de posibles puntos de vista ya están las columnas y los artículos firmados. Y no quisiera seguir adelante -dicho sea al margen de los mandamientos- sin expresar mi dolor por el creciente olvido en el que, salvo excepciones de todos conocidas y por todos celebradas, están cayendo los artículos literarios y de pensamiento no político en el periodismo actual, español y no español.
VIII. Resistir toda suerte de presiones: morales, sociales, religiosas, políticas, familiares, económicas, sindicales, etc., incluidas las de la propia empresa. (Este mandamiento debe relacionarse y complementarse con el anterior.)
IX. Recordar en todo momento que el periodista no es el eje de nada sino el eco de todo.
X. Huir de la voz propia y escribir siempre con la máxima sencillez y corrección posibles y un total respeto a la lengua. Si es ridículo escuchar a un poeta en trance, ¡qué podríamos decir de un periodista inventándose el léxico y sembrando la página de voces entrecomilladas o en cursiva!
XI. Conservar el más firme y honesto orgullo profesional a todo trance y, manteniendo siempre los debidos respetos, no inclinarse ante nadie.
XII. No ensayar la delación, ni dar pábulo a la murmuración ni ejercitar jamás la adulación: al delator se le paga con desprecio y con la calderilla del fondo de reptiles; al murmurador se le acaba cayendo la lengua, y al adulador se le premia con una cicatera y despectiva palmadita en la espalda. 

*Conferencia dictada durante la clausura del ciclo Comunicación y Sociedad en el Siglo XXI, en la Universidad Camilo José Cela en mayo del 2001.

sábado, 15 de enero de 2011

La obsolescencia programada

Vivimos en una sociedad de crecimiento cuya lógica no es crecer para satisfacer las necesidades, sino crecer por crecer. Crecer infinítamente, con una producción sin límites.
"Comprar, tirar, comprar", extraordinario documental que aborda la cuestión de la obsolescencia programada. Lo aconsejo.


jueves, 6 de enero de 2011

Discurso de Miguel Delibes

Mis personajes son, en buena parte, mi biografía.

Pasé la vida disfrazándome de otros, imaginando ingenuamente, que este juego de máscaras ampliaba mi existencia, facilitaba nuevos horizontes, hacía aquella más rica y variada. Disfrazarse era el juego mágico del hombre, que se entregaba fruitivamente a la creación sin advertir cuánto de su propia sustancia se le iba en cada desdoblamiento. La vida, en realidad, no se ampliaba con los disfraces, antes al contrario, dejaba de vivirse, se convertía en una entelequia cuya única realidad era el cambio sucesivo de personajes.

Miguel Delibes, "Discurso de recepción del Premio Miguel de Cervantes". Universidad Alcalá de Henares, 25-04-1994