jueves, 28 de abril de 2011

Especulación alimentaria


Las crisis nunca afectan a todos por igual. De hecho, siempre perjudican con mayor intensidad a los más desfavorecidos. En la actualidad, unida a la crisis financiera ha surgido una crisis más grave aún si cabe: la de los alimentos básicos. Los especuladores, hambrientos por incrementar sus ganancias a toda costa, provocan una subida del precio de las materias primas aprovechando su escasez, lo que reduce las posibilidades de adquirir alimentos básicos a una gran parte de la población. A esto hay que añadir el desajuste regulatorio existente entre EEUU y Europa, que facilita la realización de estas prácticas.

Según la FAO (Organización de la Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), en enero de este año el precio de los alimentos alcanzaba un récord histórico al aumentar un 3,4% respecto a diciembre de 2010. Se trata de la mayor subida de los últimos 20 años. En algunos países como Túnez o Egipto, el precio de los alimentos se ha incrementado hasta en un 25% respecto al año anterior. Esta subida ha sido, entre otras causas, motivo del malestar general que ha propiciado las revueltas de la población desde comienzos de año.

Si bien es cierto que desde siempre ha existido la especulación con los alimentos, no lo es menos que esta se ha visto fuertemente incrementada en los 20 últimos años tras descubrirse su alta rentabilidad. Además, en 1994 la Organización Mundial del Comercio (OMC) aplicó una norma general por la que los alimentos se transformaban en meras mercancías reguladas solo por los mercados. “No hay prácticamente otro producto en el que invertir en estos momentos cuya demanda real sea tan clara”, asegura Francisco López Ollés, experto en materias primas y divisas. Es un mercado seguro. El incremento de la población y del poder adquisitivo de los países emergentes asegura su crecimiento. Según la periodista Ellen Brown, un estudio de Lehman Brothers estimó un crecimiento de los fondos de inversión alimentarios entre 2003 y 2008 de 13.000 millones de dólares a 260.000.

El modo se actuar de los especuladores (fondos de alto riesgo, bancos de inversión y fondos de pensiones) está muy consolidado y difiere en poco de cualquier otro tipo de especulación. El primer paso es realizar de forma anticipada una investigación sobre las materias primas que pueden llegar a escasear y a incrementar su precio en un momento dado. Una vez obtenidos los resultados, adquieren opciones de compra sobre grandes cantidades de esos productos a un precio establecido (por lo general, muy reducido). Tras esto, y una vez que el precio se ha incrementado notablemente, ejecutan las opciones de compra adquiridas con anterioridad. El proceso finaliza con la venta del producto a un precio de mercado muy superior al que pagaron al comienzo. Incluso pueden llegar a imponer un precio con independencia del costo real de producción con tal de maximizar sus beneficios más aún.

En este mercado no es necesario poseer el producto para poder comercializar con él. De cada diez operaciones realizadas, nueve son especulativas. Y es que la realidad demuestra que nadie quiere comprar el producto, sino especular con él. “Como es a futuros, los títulos se pueden comprar y vender por otras personas durante un tiempo. Entonces se especula con la subida y bajada de su precio. Esos contratos de venden y compran decenas de veces. Según el Banco Mundial, durante 2010, tan solo el 0,5% de los contratos de futuro se acabaron ejecutando” afirma al periódico Diagonal Ferrán García, experto de Veterinarios sin Fronteras.

Desde diversos sectores se exige mayor cooperación entre los países para evitar que la especulación de alimentos siga acentuando la ya de por si grave crisis alimenticia. Del mismo modo, piden a la Unión Europea un mayor control sobre el volumen y los precios de determinadas materias como el azúcar y el cacao, pues la regulación existente sobre estas es muy limitada.

En este punto es necesario plantearse si es ético enriquecerse a costa de los alimentos básicos de los que dependen tantas personas para poder sobrevivir. Los hechos demuestran la necesidad de una mayor regulación sobre estas actividades. Aunque también de una mayor conciencia de las personas.

Javier Perellón Sabiote

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