jueves, 14 de enero de 2010

Haití padece una nueva tragedia natural

El pasado 12 de enero, un terremoto de 7,3 grados de magnitud en la escala de Richter sacudió Haití, el país más pobre de América. Su capital, Puerto Príncipe, ha sido la ciudad mas afectada con miles de personas que perdieron la vida y numerosos edificios derrumbados por completo. Se desconoce la cifra exacta de fallecidos pero esta podría superar los 100.000.

La noticia ha pillado por sorpresa al mundo entero. Si desde hace varios días los servicios meteorológicos estadounidenses alertaban sobre la posibilidad de aparición de varios tsunamis, nadie imaginaba un suceso como el acontecido. El país se encuentra gravemente incomunicado con el exterior debido a los destrozos ocasionados en los principales medios de acceso a la isla, lo que ha ralentizado los trabajos de rescate ante la dificultad para acceder al país de los equipos de emergencia internacionales.

Además de las victimas mortales, es importante señalar que son miles las personas desaparecidas bajo los escombros que aún no han sido encontradas. Muchas de estas no serán rescatadas con vida y un alto porcentaje de las que lo sean sufrirán daños irreparables, tanto físicos como psicológicos. Los mas afectados son, como en la mayoría de los casos, los niños, que estos días han cambiado su habitual sonrisa por una mirada fría y desconsolada. Ellos deberían ser los principales destinatarios de las ayudas recibidas y del cuidado y cariño de las personas comprometidas.

Todos los países se han puesto manos a la obra y están enviando donativos para las tareas de rescate y reconstrucción. Zapatero ya ha asegurado que España colaborará con mas de 2 millones de dólares. EEUU ha sido el país más comprometido con casi 69 millones. Por su parte, algunos personajes conocidos como Brad Pitt y Angelina Jolie o Lance Armstrong están plenamente comprometidos con la causa y han hecho elevadas donaciones.

Una vez más, la naturaleza se ha cebado con los que menos tienen. Pasados unos días comenzarán los intensos debates sobre si pudo haberse evitado o no pero la realidad es que, por mucho que nos duela, los que han perdido la vida no volverán. Esto supondrá familias rotas y desoladas que, más allá del hambre o la pérdida del hogar, nunca volverán a tener una vida normal.

Javier Perellón Sabiote

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